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Mucho se habla de la nostalgia, de las costumbres y de la falta de afecto para sobresalir en un pelotón internacional alejado de las raíces. Suena casi a estigma. Pero la generalidad no cala en todos los casos. La perspectiva de algunos talentos se aparta de esos sentimientos que suelen ir en detrimento de lo que significa ser un profesional con los mejores estándares. Con 17 años, Martín Santiago Herreño es uno de los que rompen la regla de ese síndrome conocido en el ámbito como dolor de patria, que no es otra cosa que la nostalgia por el desarraigo a los seres queridos. El joven escalador bogotano ha aprendido a gozar de la soledad, de la autonomía que brinda y de los valores que, bien interpretada, puede otorgarle al ser humano. Está acostumbrado al caos de la ciudad. Y como buen integrante de la Next Gen, le bastan los datos, la conectividad full, el arte de las redes y la era digital para romper el hielo de la lejanía.
“Ha sido una experiencia de aprendizaje muy bonita. Me vine pequeño porque siento que el ciclismo ahora está muy avanzado, más que antes, los talentos están saliendo desde muy jóvenes y el nivel más fuerte del mundo está en Europa”, razona Martín, que encontró respaldo para irse al ciclismo amateur italiano a través de la alianza establecida entre el Club Canapro y los managers Andrea Bianco, Paolo Alberati y Maurizio Fondriest, una alianza de ex profesionales y amigos que en su momento, por ejemplo, le abrieron las puertas a Egan Bernal y a Santi Buitrago, aprendiz en el Team Cinelli.
“Decidí irme para Italia, porque aunque el ciclismo colombiano es muy bueno, siento que las oportunidades que se pueden dar acá son mucho más grandes. Tiene más reconocimiento y visibilidad”, esgrime el escalador que firmó para el Team Fratelli Giorgi, una modesta pero organizada formación nacida en 1996 en Bérgamo, región ciclística por excelencia en donde reside y tiene todo lo necesario para ejercer sus funciones.
“Adaptarme a vivir solo se me ha hecho fácil, es una experiencia chévere de la cual he aprendido muchísimo. He hecho mi proceso muy tranquilo y sin llamar mucho la atención, pero poco a poco y paso a paso siento que ha sido un camino muy bueno”, dice el escalador que ya ha empezado a despuntar entre los mejores de las carreras más prestigiosas del calendario. La última el Giro del Friuli, donde el podio se le escapó por escasos segundos. Terminó cuarto y campeón de los premios de montaña. Nada mal. Una muestra de su capacidad y sus dotes de escarabajo, que llamaron la atención de los managers italianos desde la Vuelta del Futuro.
“Mi mayor inspiración es Egan”, dice sin titubeos. Sabe el camino que recorrió, sus andanzas por Androni antes de llegar al Sky y esos detalles que conoce un admirador de sus ídolos. “Él consiguió su primer contrato profesional corriendo acá. Quiero llevar mi proceso sin prisa, ponerme en la mira de los equipos sub-23 y cumplir el sueño de estar en un World Tour”, describe con la ilusión del que tiene el camino claro, pero que a su vez sabe que la recompensa solo llega si hay disposición para competir y adaptarse cuando no hay abundancia.
“Las carreras son muy divertidas en general, y el lote a mí me parece mucho más seguro que en Colombia. No hay tantas caídas, hay más habilidad en gran parte de los corredores. Además se corre cada ocho días. Cada fin de semana en simultáneo hay tres o cuatro carreras de muy buen nivel. En Colombia corría una vez al mes, a veces menos. Iba a chequeos en Canoas o en la Autopista Norte. No es como acá que son carreras organizadas cada fin de semana”, expresa el talentoso bogotano forjado en el Club Monserrate y luego en Canapro de la mano de Fabio Chingaté, personaje dedicado a darle brillo y oportunidad al ciclismo cundinamarqués. Iván Sosa fue su última joya. Ahora cuenta con Martín y Edward Santiago Cruz, reciente campeón de la Brescia-Montemagno. También está Joseph Sandoval. Nombres que por ahora suenan bajito, que hacen poco ruido, pero que en algún momento, como Sosa, serán estruendo.
“Por lo único que me debo preocupar es por prepararme la comida y entrenar. Eso sí, acá nos tenemos que cuidar mucho porque engordar aquí es mucho más fácil”, dice sonriente el soñador que dispone de 100 euros para gastos libres: gelato, pizza y crostata, los gustos que saben a gloria y se valoran cuando cuestan. Martín vive el ciclismo con el espíritu que se necesita para ser campeón. Es ciclista en todos sus órdenes.