"Este año he vuelto a recuperar esa mentalidad que me hacía mucha falta", Pácora

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Androni, la plataforma europea más importante del último lustro para jóvenes talentos latinoamericanos, fue también un punto de reencuentro para Jhonatan Restrepo, el ciclista que como Rodrigo Contreras en su momento, sufrió la nostalgia de tocar la cúspide de la máxima categoría, y después, sin más argumentos que seguir creyendo en sus cualidades, buscar nuevos horizontes para demostrar su valía como deportista.

‘Pácora’ llegó a Katusha en una etapa de esplendor para el ciclismo colombiano, que disfrutaba de podios en las grandes vueltas con Nairo y Rigo, y victorias resonantes de su amigo Fernando Gaviria, con quien compartió proceso vistiendo los colores del Coldeportes Claro. Sin ser escalador, fue tercero y campeón de los puntos en la Vuelta de la Juventud conquistada por Richard Carapaz. Sin ser sprinter puro lograba triunfos en llegadas llanas. Y sin ser el rodador más excelso, también supo ser parte vital de las selecciones de pista, alcanzando la cima en los Juegos Panamericanos de Toronto. El caldense era un diamante. Rendidor para todo. Adaptable a cualquier situación y terreno.

La guinda en aquel 2015 inolvidable fue el título panamericano en Nuevo León, México, donde inteligente y apoyado por una gran labor de Wilmar Paredes, se alzó con el oro y firmó su primer contrato profesional haciendo contacto con los rusos a través de redes sociales.

«Era una persona mucho más soñadora en ese momento, porque mi sueño era llegar al World Tour. Me acuerdo que los contactos con el Katusha fueron por Facebook. Le escribí al mánager y el man me contestó, dijo que era interesante y me envió su correo. Me decía que ojalá me fuera muy bien, y antes del panamericano me dijo: ‘tienes que ganar la ruta’. Y se dio esa bendición de Dios. Él cumplió la palabra, y ese era el ‘Pácora’ de ese tiempo: muy soñador. Este año he vuelto a recuperar esa mentalidad que me hacía mucha falta», contó el caldense en diálogo a través de Instagram Live.

«Esa época era muy bonita, todo era bueno. Creo que la clave era el equipo, teníamos una armonía que era difícil de tener, éramos grandes amigos y trabajábamos para todos», recuerda de su etapa en Coldeportes Claro, donde cultivó las dotes que poco a poco, y sin mayores explicaciones, se fueron mermando con el rojo del Katusha.

«Fui el único corredor colombiano que tuvieron, pero no entendían que el beneficio de un colombiano era entrenar en Colombia. No es lo mismo estar en Europa y no poder aprovechar la altura de Colombia. Los años que estuve allá fue difícil encontrar ese punto, esa forma y que lo entendieran, pero son enseñanzas que deja la vida», afirmó el corredor que supo entregar destellos de su clase, pero que jamás tuvo la oportunidad de llevar un proceso por la premura de obtener grandes resultados, equiparables a los de sus coterráneos.

«Es duro porque uno quiere empezar a ganar. El primer año lo disfruté mucho, conocí. Iba en la bici e iba mirando el nombre de los ciclistas que tenía al lado. Era increíble estar ahí. El segundo año empecé bien en Australia, gané la camiseta de los jóvenes del Tour Down Under, en Murcia quedé segundo, pero luego me enfermé, me intoxiqué y sentía que iba para atrás. Ahí llegaron varios problemas para no seguir subiendo escalas al máximo nivel», aseguró Jhonatan, quien después de tres años de incertidumbre en la máxima categoría tuvo que dar un paso al costado para recuperar algo más importante que el nivel competitivo: el amor por su profesión.

«Eran pocas las carreras que me iba bien, sufrí bastante por algunos motivos, uno empieza a perder el amor, iba a las carreras y pensaba por qué me iba tan mal, y empezaba a tener rabia y a dejar de tener amor por el ciclismo. Es difícil. El problema de ser colombiano es que la responsabilidad siempre recae en ti. Yo nunca ganaba y esa presión estaba ahí, eso me empezó a carcomer la cabeza. Cada que no ganaba me ponía mal, sentía que no servía para el ciclismo. En los tres años que estuve allá sentía que estaba estancado, pero volví a Manzana Postobón y evalué lo que estaba haciendo mal. En el Androni recuperé el cariño y la confianza que no tuve en Katusha», expresó Jhonatan, que esta temporada y con la autoestima renovada ha logrado erigirse como el ciclista más ganador de 2020 con seis victorias: dos en la Vuelta al Táchira y cuatro en el Tour de Ruanda.

«Yo estaba muy bien, feliz, se me estaban dando las cosas y haber parado así me cayó un poco mal, venían carreras que se me adaptaban bien. Cuando cancelaron la primera carrera dije: ‘será uno o dos meses, y mira ya lo que vamos’», comentó Restrepo, uno de los ciclistas que ha tomado la cuarentena con calma, pero siempre con el deseo de retomar el calendario para prolongar su racha victoriosa.

«Yo me veo como un corredor de etapas, disfruto mucho disputándolas. Ya no me meto ese cuento de las generales. Cuando estaba joven quería pelearlas todas. Ahora algún día habrá embalaje y quiero disputarlos, o llegadas con repechos y ahí me voy a meter, eso es lo que me gusta», asegura el talento que sueña con ganar una Milán – San Remo, y quien a diferencia de anhelar un reencuentro con el World Tour, desea prolongar su estadía con los italianos.

«Ya no lo veo así, ya sé que es estar arriba en el World Tour, el Androni tiene un calendario muy bueno, tenemos suficientes carreras de buen nivel. No pienso llegar al World Tour a como dé lugar. Espero quedarme uno o dos años más en Androni, disfruto estar aquí, pondría eso por encima de todo. Si lo abandono sería ir un paso atrás. Me siento mucho mejor donde estoy ahora y no sería bueno para mí cambiarlo. Si llega una oferta económica, que igual va a ser duro que llegue por el virus, los equipos no van a cambiar mucho sus nóminas, no arriesgaría lo bien que estoy ahora cambiando por otro».

Con información Fedeciclismo

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