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¿Dinero o gloria? La eterna disyuntiva del deporte. Los sueños son el idilio, la idealización de la gloria. No hay un solo deportista, por consagrado que sea, que no sueñe, que no evoque la utopía de esos objetivos que parecen, a simple vista, cosas de otro mundo. Los sueños alimentan el espíritu, pero la realidad es un acecho que trunca. Entonces, ¿se es deportista por gloria o por dinero? Juliana Londoño, la ciclista de mayor proyección del último lustro, quiere gloria. Y en solo tres años su vida deportiva ha sido rauda, avasallante, gloriosa. Títulos de todos los colores. Ha vencido a las de su categoría y a las mayores. Tiene el aura de las estrellas, pero, curiosamente, siempre ha corrido sin el respaldo de una estructura. Su único apoyo en el mundo competitivo ha sido Gabriel López, padre de Gabriela, talentosa corredora del Orgullo Paisa, y fundador del Team Pro Bike, un proyecto surgido de la necesidad de apoyar a jóvenes talentos que como Juliana necesitan formación e ilusión para alcanzar un sueño.
Por palmarés, Juliana hubiese podido escoger la mejor oferta, pero lejos estuvo de querer ingresos inmediatos para mejorar la situación económica propia y la de su familia. Su anhelo es llegar a ser, y desea que, en ese camino de afirmación, aprendizaje y logros, llegue la recompensa. No antes. Se marchó hace una semana para el Centro Mundial de la UCI con el propósito de seguir la senda de otros talentos que han creído con fe en el proceso. Como por ejemplo, Paula Patiño, quien después de muchos años puliendo su carácter y aprendiendo del ciclismo europeo sin devengar un salario, se convirtió en la primera ciclista colombiana en un equipo World Tour. Y ya son cinco temporadas con progresos y evoluciones notables.
“Antes de venir y tener claro lo que era el Centro Mundial, ciertas personas me hablaban que aquí no me iban a pagar, que no iba a recibir un sueldo y realmente, para mí eso era lo de menos, no me importaba. Sabía que aquí todo me lo iban a dar. Se preocupan por el bienestar del deportista. Sé que con el paso del tiempo las recompensas llegan. En estos momentos pienso más en mis objetivos que en monetizar el deporte”, afirma en ADN Cycling la antioqueña nacida y criada en el corazón del barrio La Milagrosa, sector popular ubicado en las laderas del Alto de Las Palmas.
Al subir se ve parte de la Medellín turística y glamorosa. Restaurantes. Discotecas. Almacenes. Tiendas de alta gama. Es el santo y seña del ciclismo antioqueño, pero a su vez, un símbolo que esconde sectores populares de la capital. La Milagrosa, como Castilla – el barrio de los Higuita (René y Sergio) – puede jactarse de ser el hogar de Juliana, un talento revolucionario que ha hecho de la necesidad una catarsis para surgir en el mundo competitivo.
“Siempre visualizamos estar en Europa, tenía opciones en Colombia, pero el objetivo era salir y esta era una gran opción, la más indicada para lo que quiero que es alcanzar un equipo World Tour”, resalta la corredora reclutada para el ciclismo en noviembre de 2021 después de sostener una comunicación telefónica con Gabriel, que en ese momento se encontraba en Bélgica acompañando a su hija en el campeonato mundial disputado en Flandes. “Yo a ella ya la conocía porque la había dado unas clases de iniciación. Era patinadora y me dijo que quería vincularse al ciclismo, porque ya estaba decepcionada del patinaje”, cuenta su formador, que tuvo que empezar de cero, pero con la ventaja de tener un talento de enorme potencial al que solo le faltaba orientación y un pequeño impulso a nivel económico sustentar el proceso.
“Le dije que con la bicicleta que tenía era suficiente para empezar”, le alentó el santandereano que tan pronto como pudo, la llevó a carreras en Girardota, Fredonia y finalmente la Vuelta del Futuro. Hizo tres. En la primera sufrió una dura caída camino a Santa Rosa de Viterbo. En la segunda, el PAD (otrora proyecto de detección de talentos) le abrió las puertas y fue su explosión. Ganó una etapa y fue líder. De ahí en adelante, no paró más. Todo desde ese punto ha sido gloria, exhibiciones, derroche de espectáculo, pero sobre todo, una visión a la altura de lo que se propuso cuando empezó.
En un lapso de tres años ganó la Vuelta del Futuro (con victorias en todas las etapas), panamericano de contrarreloj, clásicas regionales (Antioquia y Rionegro), 10 oros en pista entre juveniles y élite, oro en los Juegos Panamericanos élite (persecución por equipos) y la cereza del postre: el título mundial del ómnium en Cali, con una medalla de plata notable en la persecución individual. Pocos, casi nadie, ha ganado tanto en tan poco tiempo. Los triunfos llegaron por montones, pero nunca nublaron su objetivo.
“Después del mundial la directora del centro mundial se comunicó directamente conmigo y me explicó todo. Natalia Franco me recomendó y desde ahí empezamos a gestionar todo”, cuenta Juliana, que debía llegar en febrero pero por dificultades en el trámite del visado tuvo que esperar más de lo previsto. “Después del panamericano de pista llegó la aprobación de la visa. Fue una alegría, por fin llegó el día que tanto estaba esperando”.
La alegría tuvo un momento de drama en la salida del aeropuerto. Le solicitaban una visa de permiso para su escala en Amsterdam. No entendía nada. Entró en crisis nerviosa, pero finalmente, a 10 minutos del cierre del vuelo pudo embarcar. Alivio. Fin de la espera y llegada a la tierra prometida. Juliana, por fin, alcanzó el sueño europeo.
“No lograba asimilar que estaba acá, cuando me estaban dando la implementación del equipo para mí fue increíble. Sabes que nunca había estado en un equipo, que siempre estuve con Gabo… y pensaba: si esto es un equipo continental, no me quiero imaginar lo que será un World Tour”. Es la reflexión del que siempre ha necesitado, pero que con los pies en la tierra y mucho trabajo empieza a ver los frutos de un esfuerzo que en principio parecía imposible.
“Lo he disfrutado porque es algo que nunca había tenido. La bici que uso ahora para entrenar es mil veces mejor que la que usaba en Colombia para correr”, destaca sin reproches, porque esa bicicleta la condujo a ser la mejor ciclista del país y una de las mejores del mundo.
“Nunca pensé que al llegar al ciclismo iba a tener tantas oportunidades. Si le preguntas a Gabo, mi entrenador, seguro te dirá que no daba un peso por mí”, ríe Juliana, la niña que quiere gloria y con ella, el dinero, los cambios en su vida.
“Esta es una oportunidad que muchos desean y pocos la logran. Hoy en día hay muchos deportistas que desafortunadamente monetizan el ciclismo, pierden ese amor con el que hacen las cosas y ya lo ven más como un factor económico. En mi caso he renunciado a eso por seguir mi proceso y mis objetivos puntuales. Con el tiempo me han llegado las oportunidades y la recompensa”.