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Las alteraciones en el corazón ya empiezan a tener otro orden en el ámbito deportivo. Ya no son solo un asunto de sedentarismo, colesterol o edad avanzada. También se han convertido en tema recurrente en deportistas que llevan una vida saludable, disciplinada y hecha, justamente, para potenciar su cuerpo y llevarlo a límites que solo están al alcance de seres altamente preparados.
Casos como el de Christian Eriksen, centrocampista de la selección de Dinamarca que se desvaneció en un partido de la Eurocopa frente a Finlandia. O el argentino Sergio ‘El Kun’ Agüero’ que tuvo que retirarse después de un desfallecimiento en un encuentro del Barcelona frente al Alavés por la Liga de España, son un claro ejemplo de lo que ha sucedido en el último tiempo con fallas cardíacas en deportistas de alto rendimiento.
Eriksen y Agüero son ejemplos mediáticos, que saltan a la vista de todos y prenden las alarmas. Pero por supuesto, no solo los únicos. El mundo del ciclismo tampoco ha sido ajeno. Y si hay un deporte que depende como pocos del corazón es este. En el pelotón nacional ya se han presentado algunos casos llamativos. Uno el del bogotano Brayan Ramírez, quien tuvo que abandonar la competencia dos años producto de una arritmia descubierta durante la Vuelta a Colombia de 2019. Lo superó y finalmente volvió. Otro, el de Milena Salcedo, a quien el Covid le dejó secuelas delicadas que trajeron consigo una miocarditis que aún sigue tratando y controlando con minuciosidad.
Después de varios exámenes, controles y diagnósticos de su evolución, Milena fue convocada por la selección de Bogotá para el última nacional de pista disputado en Cali. Allí sus esfuerzos fueron medidos, cautelosos y supeditados a no extralimitarse para ir probando la capacidad que puede aguantar en medio de la competencia.
En ese mismo escenario, desde el otro lado de la orilla, se encontraba Anderson Arboleda, otrora subcampeón mundial juvenil del Scratch, integrando el equipo del PAD. La diferencia con Milena es que su diagnóstico aún aguardaba por un capítulo angustiante. Al igual que los futbolistas citados, Anderson sufrió un desvanecimiento durante la final de la carrera por puntos. Se bajó de la prueba fatigado y sin fuerza. “Empecé a ver negro, sentía ausencia de oxígeno”, relata. Sin embargo, el peor episodio se presentó cuando en el foso del velódromo perdió el conocimiento y tuvo que ser asistido de urgencia por el grupo de paramédicos.
Al indagar por las causas, el antioqueño se remite a un leve malestar que empezó a sentir en días previos al viaje. “Me sentía bastante cansado y fatigado pero pensé que era una gripa y con el médico pensábamos que con dos días que me bajara de la bici sería suficiente”, cuenta. Ya en Cali, durante los entrenamientos previos la sensación tampoco mejoraba. Seguía sintiendo fatiga, pero su mente y la experiencia de correr con gripa en otros escenarios le dictaban que debía continuar. “Hice la persecución por equipos (registraron tiempo de finalistas pero por reglamento del evento, al ser equipo y no selección departamental, no pudieron disputar la medalla) y el Scratch y no tuve problemas, incluso quedé cuarto y me sentía bastante bien”, cuenta Arboleda en conversación con ADN Cycling.
Su juventud y el sometimiento constante a esfuerzos límites le jugaron una mala pasada horas después en la carrera por puntos. “Comencé a sentir que a medida que iba forzando un poquito más, sentía que al cuerpo no le estaba entrando oxígeno y no era capaz de recuperar. En un principio pensé que no estaba en mi mejor momento físico y había que ayudar a mi compañero que era Brandon Vega”, relata el antioqueño de 21 años, que insistió en forzar la máquina por el bien común, pero que al mismo tiempo, al no escuchar las señales de su cuerpo, experimentó la primera crisis. “Empecé a ver negro y empecé a marearme mucho, ya no era capaz de respirar bien. Cuando me bajé perdí el conocimiento y cuando desperté ya estaba en la camilla con los paramédicos”, afirma el antioqueño.
Detuvo su marcha en la competencia, descansó en el hotel de concentración y sintió una leve mejoría. Sin embargo, cuando se disponía para regresar a casa, sufrió una fuerte crisis en el avión. Hubo pánico en la tripulación y sus compañeros, que antes del episodio habían recibido un breve mensaje en un grupo privado de WhatsApp – “no puedo respirar”- al percatarse vieron que su piel y sus labios tomaron un tono rojizo. A su lado, estupefacto, Juan Manuel Barboza. “Las personas que estaban ahí me dijeron que estaba convulsionando. Gracias a Dios estábamos en tierra”, cuenta el ciclista que recibió asistencia de oxígeno y fue llevado de inmediato al departamento de sanidad, donde le realizaron el primer electrocardiograma en compañía de Jeraldine Franco, jefe de prensa del equipo PAD, encargada en ese momento de auxiliar el deportista en la remisión a la Clínica Imbanaco.
“Al llegar a Medellín comencé a hacerme exámenes pero no mostraban mayores alteraciones, pensamos que había sido una infección respiratoria o secuelas del Covid. Me mandaron unos tratamientos y me empecé a recuperar muy bien”, afirmó el deportista que varias semanas después retomó actividades en carretera con el objetivo de preparar los Juegos Suramericanos y el Clásico RCN. “Estaba entrenando fuerte, sentía que el pulso no estaba del todo bien pero pensé que era por el receso y las complicaciones que había presentado. Seguí entrenando normal pero hace una semana el Comité Olímpico envío algunos médicos a hacernos varios test, dentro de ellos había un examen de corazón, un USR (Ultrasonido Intravascular Cardíaco)”.
Los resultados no fueron los esperados. “Los médicos vieron que había alteraciones, que mi corazón no estaba bien, que había valores que no debían estar así. Me mandaron exámenes más especializados y ahí se notó que el corazón no está funcionado de la mejor manera y no está trabajando al 100%”, contó el joven talento que el próximo 6 de octubre tendrá una nueva evaluación con el cardiólogo para obtener un diagnóstico definitivo.
“No puedo realizar actividades alto rendimiento porque es ponerme en riesgo. Estoy haciendo trabajos con mucha calma, sin agitarme mucho, monitoreando bastante el corazón y sin exagerar los límites. Confío mucho en Dios y que todo pasa por algo. Esperar en Dios es lo mejor que tenemos y también le veo el lado positivo que es compartir más tiempo con mi familia. Confío en que cuando vuelva voy a volver muchísimo mejor. Quiero hacer cosas mucho más grandes. Solo es un receso, no es el final de mi carrera”.