Sin Nairo activo, la generación dorada pierde brillo

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Con un discurso de puño y letra y en medio de una insólita situación, Nairo Quintana anunció que sigue, que luchará por encontrar un equipo que lo acoja, crea en su inocencia y le brinde las garantías necesarias para seguir compitiendo. Debe parar. Hacer un alto en el camino. Es un adiós temporal que en un momento parecía definitivo. No hay tranquilidad total en su ser justo en el año que se cumplirá una década de su hazaña en el Tour. Fue en Semnoz el 20 de julio de 2013. No hay una fecha más simbólica en la última década para el ciclismo colombiano, porque fue allí, en ese preciso instante, con una actuación sublime del escalador boyacense, donde una nueva era empezó a escribirse. Tenía 23 años y rompió todos los esquemas conquistando el título de los jóvenes, la montaña y el subtítulo general dando la cara frente a Chris Froome y su potente armada del Team Sky.

Nairo abría la senda de la esperanza, subió un peldaño más – Fabio Parra tercero en el 88, Álvaro Mejía cuarto en el 94 – y enseñó que lo que parecía reservado para los europeos también era posible para un ciclista de nuestras latitudes. “Pedaleando le recordé a todos los colombianos que sí es posible ganar, y que es posible ganar ante los mejores”, dijo Nairo en su discurso alegórico, ya con 32 años (el 4 de febrero cumplirá 33) siendo el mismo símbolo, el Tótem, el ciclista que junto a Rigoberto Urán ha encabezado una generación brillante, la que por resultados y vigencia es la mejor de la historia.

Cierto es que las generaciones precedentes – especialmente la de los años 80 con próceres como Lucho, Fabio, Patro, Martín Ramírez y Alfonso Flórez, entre otros – abrieron un camino hasta entonces desconocido. Sin embargo, lo hecho por Nairo, Rigo, Chaves, López, Henao, Betancur, Pantano, Bernal, Higuita, Molano, Gaviria, Hodeg, Dani Martínez, Sosa, y todos los que integran la lista de embajadores nacionales en Europa durante el siglo XXI, es único, histórico y casi que imposible de igualar por continuidad, calidad y variedad de victorias.

Bajo la batuta de esta generación nacida entre 1987 y 1998, Colombia atesoró generales y podios en grandes vueltas durante siete temporadas consecutivas (2013 – 2019), cerró el tridente con el Tour de Egan, ganó un Monumento (Lombardía 2016 con Chaves), y consolidó un ciclismo con múltiples aristas gracias a la irrupción del ciclista que partió la historia en dos: Fernando Gaviria, el velocista que como Nairo para los escaladores, fue la inspiración de la nueva camada de esprínteres, entre ellos Sebastián Molano y Álvaro Hodeg.

Los tres surgieron de la cantera de Coldeportes Claro, y en ellos se cimientan las bases de un palmarés inédito en clásicas y carreras para especialistas en llegadas masivas. Molano, boyacense nacido en Paipa, cerró el ciclo de victorias al sprint en las grandes – Gaviria suma siete entre Giro y Tour – y se apuntó como el primer latinoamericano en ganar una etapa en el cierre de una carrera de tres semanas. Hodeg, que hoy lucha por volver a ser competitivo tras superar un violento accidente, se mostró en su momento como un clasicómano de enorme potencial con victorias selectas, hasta ahora el único velocista con triunfo de etapa en un Tour de L’Avenir.

Todos siguen siendo jóvenes, no llegan a los 30 años, pero el tiempo y las generaciones cambian. Froome ganó el primero de sus cuatro Tours con 28 años, y con los 23 de Nairo, Tadej Pogacar ya era bicampeón de la ‘Grand Bouclé’. Hoy el ciclismo pertenece a los talentos precoces, y los que en su día fueron llamados a marcar una época, de golpe se han encontrado con una competencia feroz que no da tregua.

Mientras Nairo lucha por salir de su laberinto “en medio de un ambiente enrarecido”, como apuntó en su monólogo de 9:30 minutos (que concuerda casualmente con el nombre de su nuevo Café en Bogotá), el ciclismo nacional se sume en una encrucijada por retomar el rumbo que hasta hace un lustro parecía destinado a prevalecer en la cúspide.  La exportación de talentos se ha mermado, y muchos de ellos han tenido que retroceder para relanzar sus carreras. Otros divagan en busca de una oportunidad. Algunos se han bajado. Salvo Héctor Ferney Molina y Juan Guillermo Martínez, que empezarán un proceso profesional en el Q36.5 de Vincenzo Nibali, Colombia no registra nuevos fichajes internacionales para 2023, y por primera vez en los últimos 10 años no habrá nuevas contrataciones en equipos World Tour. El último fue Alejandro Osorio, de paso fugaz por las filas de Team Bahrain Victorius, hoy integrante del GW Shimano Sidermec.      

El parón intempestivo de Nairo también es la pausa a una década de ciclismo inigualable. Sin él en acción, el ciclismo colombiano pierde brillo. Seguirá siendo un emblema, pero en actividad su jerarquía tenía un peso específico. La afición aguarda con expectativa por la respuesta deportiva del Egan renacido, el resurgimiento de ‘Supermán’ y Gaviria, y la explosión definitiva de talentos como Diego Camargo, Einer Rubio, Jesús David Peña, Harold Tejada y Santiago Buitrago. Dani Martínez y Sergio Higuita son los llamados a tomar la batuta del liderazgo en el mejor ciclismo del mundo.

Es muy pronto para hablar de una nueva camada, que la hay, pero todos deben cumplir el debido proceso. En su primer año sub-23, Jonathan Guatibonza se destapó con su primera victoria internacional en la Vuelta al Táchira; Jáider Muñoz (Sistecrédito GW) y Mauricio Zapata (Colombia Pacto Por El Deporte)  empezarán su trayectoria en el país; Nicolás Gómez hará su primera pasantía élite en Italia, y Santiago Umba buscará un nuevo aire mezclando carreras en Colombia y Europa con GW Shimano – Sidermec. Hace apenas dos años era el apuntado a liderar una nueva generación. Por ahora, el país debe recuperar su presente para pensar en un futuro.

Foto: cortesía Juan Carlos Sierra – Semana

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