Tatiana Dueñas: fuerza y mentalidad a prueba de todo

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El ciclista necesita piernas, pero realmente, en el alto rendimiento juega más la cabeza. Cientos de investigaciones en el deporte fijan su atención en la capacidad atlética de la persona y sus facultades para forzar el umbral hasta llevarlo al máximo. Datos. Números. Ciencia. Sin embargo, son pocos los que verdaderamente centran sus estudios en la observación del ser y lo que ocurre mientras aguanta todo tipo de presiones y altibajos.

El alemán Marcel Kittel, agobiado por la maquinaria del ciclismo moderno; el neerlandés Tom Domoulin, quien se declaró infeliz por vivir bajo la presión de los resultados; y las tenistas Victoria Azarenka y Naomi Osaka, con episodios de ansiedad a causa del estrés competitivo; son casos notorios del alto rendimiento en la actualidad, y la muestra fehaciente de que al máximo nivel la balanza nunca termina de equilibrarse. No hay punto medio. Lo sufren los campeones más mediáticos y también otros que como la bogotana Tatiana Dueñas, han forjado su carácter basados en disfrutar de la cotidianidad del deporte más allá de las circunstancias.

Tatiana es una de las ciclistas más laureadas del país, y su dinastía familiar una de las más reconocidas del ambiente. Los títulos sobresalen en casa, pero el brillo de las medallas, en un momento de su vida, no logró darle claridad a los pensamientos oscuros que rondaron su cabeza y la hicieron maquinar miles de situaciones negativas que derivaron en múltiples tratamientos para calmar sus crisis existenciales.

Todo empezó a finales de 2021. “Tuve una recaída sicológica muy fuerte, un momento en el que deseo no volver a estar y que tampoco se lo deseo a nadie. Son momentos de la vida que nos toman por sorpresa y no estamos preparados para afrontarlos. Gracias a Dios conté con un apoyo muy grande de mi familia, personas cercanas y un equipo profesional de sicólogos y una ciclista profesional que admiro y le tengo mucho aprecio”, le dice a ADN Cycling la bogotana, que decidió cambiar su vida citadina por la paz del oriente antioqueño en la pequeña población del Carmen de Viboral, en donde fue acogida como refuerzo del equipo Avinal, gracias a la fusión del Evolution Fem  (fundado por su hermana Carolina) y la prestigiosa cantera de ciclistas antioqueñas.

“Fue un proceso largo y bastante difícil. Tuve varias crisis emocionales. Al final cuando los deportistas estamos en lo más alto muchas personas están ahí, pero cuando tenemos estos baches en el camino tendemos a ser olvidados. Simplemente dejan de contar contigo y buscan a la siguiente persona en la lista”, cuenta Tatiana en tono reflexivo y con la sensatez de haber empezando a recobrar su estado natural, sin presiones y con el aliciente de contar con un equipo que le ha abierto nuevas opciones en su carrera.

En Febrero rozó el título nacional de CRI en Risaralda. Una gesta que recompensó sus días solitarios y llenos de ansiedad.  “Gracias a Dios obtuve la medalla, muchas personas me felicitaron por el logro, pero muy pocas entendían que lo más importante para mí no era la medalla sino demostrarme que soy capaz. Cuando crucé la meta de alguna manera sentí que perdí miedo a volver a subirme en un podio, a perder o a caerme. Lloré mucho, me desahogué con un abrazo en familia. Me supo a oro”, relata la bogotana con un detalle que le recordó el valor del esfuerzo para conseguir un objetivo.

“Luego de compartir tras bambalinas con otras personas que habían hecho podio, me dio tristeza darme cuenta que muchos deportistas se acostumbran a ganar y no disfrutan. No hay lágrimas, no hay emoción, no hay un sentimiento diferente. Simplemente están esperando el premio sin ir más allá”.

Su observación, lejos de ser una crítica a sus colegas, se enfoca en la rutina de los deportistas de alto rendimiento, un mundo que antes no le permitía pensar con otro sentido que no fuera el de cumplir estrictamente con unos planes para alcanzar una meta.

Hoy, la bogotana ha hecho una nueva pausa provocada por una dolorosa inflamación en la entrepierna que requirió de cirugía ginecológica en el Hospital San Juan de Dios.

“No ha sido fácil, pero creo que la lesión del hombro del año pasado (la cabeza del húmero se había roto por completo por una caída en el Panamericano de pista ndr) me dio una base y una fuerza muy grande para estar en este momento un poco más tranquila, más madura y controlar mucho mejor los pensamientos y las emociones… hacer un trabajo impecable para volver más fuerte que antes”, dice la ciclista que ahora reside en El Carmen y tiene la misión de guiar a través de su experiencia a los jóvenes talentos del equipo Avinal.

“Fue una decisión (cambiar de residencia) que tomé por mi salud mental. Decidí prepararme como nunca antes para ser una ciclista élite con experiencia, y que en el lote sea respetada y admirada no por ganar, sino por querer transmitir conocimiento y compañerismo”, afirma Tatiana, quien como su hermano Diego, uno de los deportistas paralímpicos más importantes del país, quiere dejar un legado. “Quiero ser recordada en el ciclismo femenino como alguien que le aportó a un cambio y que no se vale de estereotipos”.

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